La Asistencia Personal lleva siendo reivindicada y concebida por el colectivo de personas con discapacidad durante más de treinta años como la principal herramienta de defensa de sus libertades y derechos. Esta forma de apoyo permite que las personas con discapacidad sean las protagonistas de su vida y tengan el control y el poder para decidir cómo, dónde y con quién quieren compartirla. 

Este servicio se materializa mediante la prestación de apoyos y acompañamientos flexibles y personalizados, escogidos por las propias personas y adaptados a sus deseos, metas, demandas e ilusiones. Pero, ¿qué sucede cuando se trata de personas con discapacidad intelectual y grandes requerimientos de apoyo? ¿cómo toman decisiones con respecto a su vida y los tipos de acompañamientos que necesitan?

La figura del/ de la Asistente Personal no se circunscribe en ningún caso al ámbito doméstico y de las tareas del hogar, sino que va mucho más allá. Desde este modelo de atención se pretende conocer en profundidad, mediante diferentes estrategias (observación, sistemas alternativos de comunicación, colaboración con intérpretes vitales y/o familiares…), a la persona y descubrir, junto con ella, qué es lo que realmente anhela para poder vivir así su “Vida Elegida”. Por esta razón, la tarea principal en la Asistencia Personal es el acompañamiento en los procesos de toma de decisiones, en la interpretación de los deseos reales de la persona y en la puesta en marcha de acciones que den respuesta a sus necesidades vitales. 

Se hace incuestionable, por tanto, que este tipo de apoyos deban ser prestados bajo una mirada de aceptación y de “no enjuiciamiento” del otro, que permita el ejercicio de la libertad y la autodeterminación y, consecuentemente, el disfrute del derecho propio a equivocarse y a responsabilizarse de las propias decisiones. 

En definitiva, la Asistencia Personal se configura como un mecanismo facilitador que permite que las personas con discapacidad puedan TOMAR DECISIONES.